La crítica del proletariado

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El proletariado es, en esencia, la clase social que carece de los medios de producción y que por lo tanto debe vender su fuerza de trabajo (una mercancía de extraordinaria importancia en las sociedades, pues dota de valor a las mercancías y es la forma esencial en que el hombre se relaciona con su entorno natural, además de ser la única mercancía que al consumirse genera valor).

Entonces, ¿en qué se diferencia un camarero del siglo XXI de, por ejemplo, un liberto de la antigua Roma que trabajara en las tabernas del Subura?

Estrictamente hablando, se entiende por proletariado a “la clase de los trabajadores asalariados modernos quienes, puesto que no poseen medios de producción propios, dependen de la venta de su fuerza de trabajo para sobrevivir”. Es decir, el proletariado es aquella clase surgida con el capitalismo y sus transformaciones, que es responsable de la producción y valorización de mercancías. Es la contraparte de la clase burguesa moderna.

En esencia, es la clase oprimida en las relaciones sociales del capitalismo, mientras que los capitalistas son la clase rentista, explotadora. No significa ello que sea la única clase explotada, obviamente. Pero sí la más numerosa y por lo tanto, la única capaz de cambiar las cosas. Prueba de ello es que todo gran movimiento histórico contemporáneo, liderado o no por la burguesía, ha debido de contar con el proletariado o ir en contra de éste.

Pero el capitalismo tiene varias fases. Su última fase se denomina imperialismo. Esta fase histórica fue explicada por Lenin. Esta etapa consiste principalmente en el dominio del capital financiero, y sobre todo bancario, sobre resto de los capitalistas-a través del control del crédito así como de la bolsa, pasando a controlar toda la industria- y por lo tanto sobre toda la sociedad. Este capitalismo donde gobiernan los bancos, donde la clase dominante se configura como una aristocracia financiera, es hoy día más evidente que nunca.

En este período, las potencias imperialistas, con los grandes bancos a la cabeza, se reparten el mundo –o la mayor parte de éste– a través de las diversas formas de colonialismo y (valga lo absurdo del término) neocolonialismo.

Entonces, ¿qué pasa con el proletariado bajo el imperialismo, bajo el capitalismo donde las finanzas y la banca controlan la economía?

Veamos, lo que Engels le escribía a Marx sobre este respecto en una carta de octubre de 1858 que recoge Lenin en su libro El imperialismo: fase superior del capitalismo:

“El proletariado inglés se está aburguesando cada vez más, de modo que esta nación, la más burguesa de todas las naciones, aspira aparentemente a llegar a tener una aristocracia burguesa y un proletariado burgués, además de una burguesía. Para una nación que explota al mundo entero, esto es, naturalmente, hasta cierto punto justificable.”

¡Y luego la izquierda europea ensalza el Estado del Bienestar! Este aburguesamiento de una parte del proletariado es lógico; la explotación del mundo entero por parte de unos pocos bancos permite tener un proletariado nacional con salarios altos, que consuman los productos fabricados en las colonias y que no protesten mucho.

En la actualidad sucede exactamente lo mismo. La explotación de lo que falsamente se ha venido llamando tercer mundo es lo que permite que en el sistema capitalista los proletarios vivan bien y tengan tele, coche, ordenador, etc. Los capitalistas les hacen así partícipes forzosos de la explotación de los proletarios de las colonias o semicolonias, cuya situación bien podría denominarse esclavitud asalariada.

¿Es entonces malo que los obreros occidentales vivan dignamente? ¿Deberían practicar el ascetismo para no verse inmersos en el “mal” del consumismo? ¡Pues claro que no! Los comunistas no somos cristianos, no defendemos la pobreza militante. Los comunistas deben defender cada pequeño bastión democrático que consigan los obreros dentro del sistema. Tampoco son culpables los trabajadores de dicha explotación aunque vivan de las migajas del capitalismo, pues son partícipes involuntarios.

Hoy en día se niega la existencia del proletariado. En occidente sólo hay “clase media” y el término proletario está “anticuado”. Desmontemos eso rápidamente:

1. El término clase media es mentira. La “media” de renta no es 1.000, 2.000 o 3.000 euros. Y si tenemos en cuenta la renta de los grandes capitalistas, muchísimo menos.

2. Establecer categorías sociales en base al salario (alta, media, baja) no sólo es un caos, sino que es completamente ridículo. Es una reproducción del fetichismo del dinero, que parece que es el que establece los “estamentos” sociales. Proletario no significa ni “pobre” ni “humilde”. Significa la clase que vende su fuerza de trabajo, antagónica al capital bancario y productora del valor de las mercancías. Que su salario en determinado momento sea más o menos alto no tiene nada que ver.

3. Existen clases medias o capas medias, evidentemente (Marx habla en varias ocasiones de clase media alemana, pero no se refiere a lo que hoy entendemos por clase media). Pero no es una clase en sí misma, ni un sistema de conciliación de clases. Evidentemente, hay clases intermedias y numerosas situaciones concretas, pero no se puede usar ese árbol para tapar el bosque: la realidad evidente son intereses contrapuestos entre unos pocos y unos muchos.

4. Como ya hemos visto, si existe un proletariado con un nivel de vida relativamente acomodado (o existía hasta la crisis), se debe a la flagrante explotación del resto del mundo, con la que se obtienen inmensas plusvalías.

5. En la actualidad existen más proletarios que en el siglo XIX. No sólo por el aumento demográfico, sino por la expansión del imperialismo. El número de trabajadores aumenta en la proporción en el que el número de grandes banqueros (la plutocracia financiera) se estrecha cada vez más.

6. Un proletario “aburguesado” puede generar más plusvalía que un asalariado ultraexplotado, debido al valor añadido de las mercancías más tecnificadas.

El tema es la regurgitación de las viejas teorías conciliaristas del Estado, contra los cuales ya tuvieron que defenderse Marx y Lenin. La historia es la historia de la lucha de clases. La lucha entre unos opresores y unos oprimidos. No es de extrañar que en los Estados capitalistas se quiera negar esta teoría o pasarla por alto. ¿Pues quienes son los opresores sino los mismos capitalistas? La lucha de clases refleja la desigualdad, señala la existencia y la posición de los opresores. Es una teoría rebelde, revolucionaria, pues es la verdad. Las otras teorías, hoy día dominantes, solo reflejan sumisión. Decir que en el capitalismo no hay proletarios es negar la misma existencia de la opresión; es como decir que son los banqueros los que crean la riqueza. O que todos somos “ciudadanos” e “iguales”.

Esto también tiene que ver con la dimensión internacional del capitalismo. Si en la Inglaterra decimonónica nos encontrábamos a una clase media que contaba con una parte de proletarios aburguesados, en el imperialismo del siglo XXI nos encontramos con unos proletarios en países como los africanos donde la explotación es de las más salvajes que ha conocido nunca la historia de la humanidad, y en su contraparte, unas potencias imperialistas cuyos obreros tienen salarios relativamente “dignos”. ¡Pero la banca y la industria de esas potencias sacan más beneficios que nunca de las colonias aunque tengan su sede en París o Berlín! Todos tenemos aún muy cerca las guerras por el petróleo, o las brutalidades de las multinacionales en Níger, en América Latina, en Asia…

Este es un esbozo general de la situación del proletariado a nivel mundial.

¿Cuál debe ser entonces la postura del proletariado con respecto a si mismo y al mundo? En primer lugar, debe afirmarse como tal; saber reconocerse y reconocer sus variedades y movimientos desde la teoría científica de los trabajadores.

Atendamos a Marx cuando habla del caso concreto de Alemania:

“¿Dónde reside, pues, la posibilidad positiva de la emancipación alemana? Respuesta: en la formación de una clase con cadenas radicales, de una clase de la sociedad burguesa que no es una clase de la sociedad burguesa; de un Estado que es la disolución de todos los Estados; de una esfera que posee un carácter universal por sus sufrimientos universales y que no reclama para sí ningún derecho especial, sino el desafuero puro y simple; que no puede apelar ya a un título histórico, sino simplemente al título humano […]”

Vemos como la emancipación real del ser humano de sus cadenas materiales pasa por el liderazgo y la toma del poder de aquellos que soportan las cadenas. Igual es el obrero desahuciado en España que el minero explotado en Angola; su sufrimiento es universal, así como la forma de su sufrimiento. Este es otro motivo por el cual el proletariado y la lucha de clases reflejan mejor la realidad que las teorías demoburguesas. Es importante que ambos trabajadores se reconozcan como iguales en cuanto a su posición dentro de las relaciones de producción.

No sólo eso, sino que:

“Para que coincidan la revolución de un pueblo y la emancipación de una clase especial de la sociedad burguesa, para que una clase valga por toda la sociedad, es necesario, por el contrario, que todos los defectos de la sociedad se condensen en una sola clase, que una determinada clase resuma en sí la repulsa general, sea la incorporación del obstáculo general, es necesario, para ello, que una determinada esfera social se considerada como el crimen notorio de toda la sociedad, de tal modo que la liberación de esta esfera aparezca como la autoliberación general.”

Es decir, hoy en día no sólo no existe el proletariado, sino que está más internacionalizado y desarrollado que nunca. Por su parte, la burguesía se ha concentrado en torno a los derechos de propiedad de unos pocos grandes bancos; como clase es más delgada y minoritaria que nunca. Los bancos condensan doy día “todos los defectos de la sociedad”; son el arquetipo de todo lo que hay de despreciable y rastrero en la sociedad, e incluso los sectores más reaccionarios se lo piensan dos veces antes de defenderlos de forma abierta.

El objetivo histórico de esta clase está muy claro: “Cuando el proletariado proclama la disolución del orden universal anterior, no hace más que pregonar el secreto de su propia existencia, ya que él es la disolución de hecho de este orden universal […] la cabeza de esta emancipación [la emancipación del hombre] es la filosofía, su corazón es el proletariado.”

La liberación social pasa por el proletariado como fuerza principal del motor histórico y el pensamiento revolucionario como su cabeza. La transformación real del mundo pasa porque su componente social mayoritario se reconozca así mismo y su poder: “hay que enseñar al pueblo a asustarse de sí mismo, para infundirse ánimo”. La liberación real y no parcial de las cadenas de la sociedad pasa en primer lugar, por que el pueblo se reconozca como lo que es en sí mismo.

Citando a Berltolt Bretch, ¿quién podrá contener al que conoce su condición?

BIBLIOGRAFÍA

Karl Marx. La España Revolucionaria. Alianza, 2006 Madrid.
Karl Marx. El dieciocho brumario de Luis Bonaparte. Alianza, 2014 Madrid.
Karl Marx. En torno a la crítica de la filosofía del derecho (Introducción). Sine Data. URL: https://www.dropbox.com/s/zw81i3cyusrpn8j/En%20torno%20a%20la%20cr%C3%ADtica%20de%20la%20filosof%C3%ADa%20del%20derecho.pdf?dl=0

1 COMENTARIO

  1. Esclarecedor artículo, léxico florido, emociona, empero no todo se reduce al pensamiento marxista- leninista que en numerosos países su aplicación ha sido un 10% como máximo. Mao tse- tung se enfrentó a Stalin, cuando éste exigía que el proletariado chino tenía que desarrollarse . Somos un país campesino, no vamos a esperar al desarrollo del proletariado. Cuba no aplicó el concepto proletario, sino pueblo oprimido y explotado, Cuba no tuvo una revolución proletaria, sino popular. Corea del Norte llevó adelante su revolución en la confrontación con Francia+ Usa con fuerzas campesinas. Cuantos proletarios había en la filas del ejército vietnamita ? El imperialismo rompió por el eslabón mas débil, precisamente en países donde el proletariado ni pinchaba ni cortaba. un saludo y gracias por tú artículo.

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